Información Vs Espectáculo,
por Diana Rubio, Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración.
El infoentretenimiento, la tendencia a la hibridación entre la información y el espectáculo, la rotura de ésa barrera entre dos ámbitos, vuelve a relucir dentro de la actualidad política internacional; el fallecimiento del presidente venezolano Hugo Chávez, un líder ejemplo de ésta corriente comunicativa en política.
El presidente de Venezuela, era un experto en mezclar éstos dos términos, eso si, a su manera, donde a veces conseguía su propósito y otras veces creaba controversias internacionales.
Es curioso que ésta estrategia de comunicación utilizada por Chávez, da sus primeros pasos en EEUU. Políticos como Eisenhower o Kennedy ayudan a contextualizar este modelo. Reagan fue calificado como un presidente que actuaba y un actor como presidente, personaje político en el cual se mezclaban los dos ámbitos dentro de la política, información y espectáculo.
Si desgranamos las características del infoentretenimiento en su persona, dentro de la rigidez de sus mandatos, encontramos las siguientes evidencias:
1. Alarmismo: el magnificar situaciones con consecuencias negativas donde se vea al enemigo como una amenaza real para la población, mediante la realización de un discurso es una de las estrategias que Hugo Chávez ha sabido realizar a la perfección. La utilización del dramatismo junto con una actitud provocadora con el objetivo de emocionar al público, ha sido desempeñado a la perfección por el fallecido presidente. Ésta manera de actuar crea entre los ciudadanos sensaciones de pánico y miedo y consigue convertir en héroe al responsable de proteger de esos enemigos a la población.
2. Personalización del líder: La relevancia que toma el político como individuo, el enseñar su faceta como ciudadano, no como político también ha sido visible en éste representante latinoamericano. El hacer pública su vida privada tal y como muestra la última foto publicada de él, donde enseñaba a través de los medios una imagen familiar en la cual leía un periódico en compañía de sus hijas, es un recurso enmarcado dentro de ésta estrategia comunicativa, que consigue humanizar al político y crear empatía o antipatía con la población.
3. Lenguaje bélico: La utilización del discurso político para alentar a la población como manera de conseguir un fin determinado de ella también tiene puntos característicos del infoentretenimiento. No sólo la utilización de un determinado vocabulario en el discurso, también el cómo se dice. El empleo de tonos inflexibles y exaltadas y palabras que animan a la movilización, dan como resultado un lenguaje similar al bélico, la arenga militar que enardece los ánimos de quienes lo escuchan.
El encontrar un líder venezolano que sepa manejar tan bien esta estrategia de comunicación, será difícil.
El futuro de Venezuela se encuentra en el aire, veremos en los próximos días como se desarrollan los procesos electorales que marcan las leyes de éste país. Sea cual sea el resultado, formará parte de otro de los capítulos de la historia política internacional, unido al carácter de la revolución chavista y de su fallecido presidente, héroe para unos y villano para otros.
Obituario de un matador de demonios,
por Alberto Gil Fernández, Licenciado en CC. Políticas y Sociología.
Cuando en este país los demonios andan sueltos y campando a sus anchas, al otro lado del charco despiden en loor de multitudes a Hugo Chávez Frías, carismático y controvertido líder de la revolución bolivariana en Venezuela, que tuvo el valor de enfrentarse a muchos de los demonios que, de la mano del imperialismo, se habían asentado en el cono sur americano. Esos demonios que denunció en su momento Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”, y que provocaron que países inmensamente ricos en recursos fueran el hogar de pueblos pobres y desasistidos, víctimas de una situación de dependencia sostenida por unas elites políticas vendidas a los intereses de las potencias occidentales, y sobre todo del amo yanki, que siempre consideró al sur como su patio trasero, su despensa y su coto privado, del que podía servirse a su entera conveniencia.
Desde su independencia, ya fuese mediante los más turbios dictadores, o con remedos de presidencias “democráticas”, pero podridas hasta la náusea, la mayor parte de la riqueza de las naciones americanas había sido expoliada sistemáticamente para sostener el desarrollo del primer mundo, eternizando su condición de países “en vías de desarrollo”; un desarrollo que nunca terminaba de despegar, acuciado por relaciones comerciales desequilibradas e injustas, por sistemas políticos y sociales en los que la corrupción era seña de identidad y penetraba todos los estamentos, y más recientemente por las presiones de una deuda ilegítima vinculada a las condiciones leoninas impuestas por los organismos financieros transnacionales.
Hasta hace bien poco, la soberanía nacional en Latinoamérica, si entendemos como tal la capacidad de las naciones para decidir sobre qué camino desean tomar sin imposiciones ajenas, era poco más que un deseo utópico. Con sola excepción de Cuba, el largo brazo de la política exterior estadounidense había logrado poner y quitar gobiernos, ya fuera mediante el dinero como por oscuras operaciones encubiertas, civiles y militares, de sus servicios secretos para garantizar sus intereses (recuérdese a F.D. Roosevelt refiriéndose a Somoza diciendo que “puede que sea un hijoputa, pero es nuestro hijoputa”). Pero últimamente, la victoria de las opciones de la izquierda parece estar consiguiendo que cambie el panorama. Con diferentes grados y estilos, líderes como Lula, Evo Morales, Correa, Múgica, y, singularmente, Hugo Chávez, se dispusieron a tomar al fin las riendas del desarrollo de sus países, esto es, recuperar la soberanía nacional, para promover al fin el desarrollo de los pueblos y no solo de sus clases privilegiadas.
En el caso venezolano, la firmeza con la que Chávez puso en marcha su proyecto bolivariano, enfrentándose a los intereses de las multinacionales occidentales, le granjeó inmediatamente la animadversión del poder político y económico internacional, que lanzó una desproporcionada ofensiva mediática para presentarle como un dictador golpista y populista y, por ello, como un serio peligro para la estabilidad de la zona. Es cierto que a ello ayudaba la personalidad tumultuosa e histriónica del propio personaje, pero no lo es menos que pese a este carácter (o a lo mejor por ello) supo conectar con las clases populares venezolanas, que por primera vez encontraron un líder que hablaba como ellos mismos, y que, tras hacerse con el control público del valioso recurso petrolero, invirtió en los desheredados, que empezaron a disfrutar de recursos inéditos como la educación, la vivienda o la sanidad. Por más que se quiera denostar al personaje, y pese a que subsisten serios problemas como la seguridad ciudadana, las cifras que refrendan los resultados de su gestión son contundentes: la reducción de la pobreza del 43,9% en 1998 al 24,5% en 2011, y especialmente de la pobreza extrema, la generalización de la alfabetización y la puesta en marcha de programas sanitarios, o la fuerte reducción de las desigualdades (el índice de Gini pasó del 0,486 al 0,390 en el mismo periodo) tienen suficiente entidad como para sobreponerse a la crítica de las formas o los mensajes.
Pero, con todo, los resultados del liderazgo de Hugo Chévez no se limitan al ámbito venezolano. Su fuerte personalidad le ha permitido liderar iniciativas regionales como el ALBA, y exportar elementos de la propuesta bolivariana que han sido asumidos con interés por los gobiernos de progreso de los países del entorno, lo que ha convertido a Latinoamérica en el área más dinámica del globo en lo que se refiere a desarrollo social y económico. Justo cuando en un arranque de dignidad nacional, sus gobiernos han abjurado de las recetas del FMI y el BM (las mismas que mantienen a Europa en una crisis sistémica que mantiene congeladas sus economías nacionales), para controlar desde el poder público los sectores estratégicos de la economía, poner freno expeditivamente a las prácticas depredatorias de las multinacionales y promover políticas verdaderamente redistributivas, que alcancen a los eternos olvidados.
Personalmente suelo recelar de los hiperliderazgos, porque creo en las bondades de la horizontalidad y en el conocimiento y el poder compartidos. Pero, hoy por hoy, tanto la carencia como la sobreabundancia de información, no suelen permitir la reflexión necesaria (y menos al nivel de poblaciones enteras) para tomar las mejores decisiones, y todavía la opinión pública es voluble e imprecisa, necesitada de intérpretes de la realidad que señalen el camino a seguir. Para Venezuela, y para el mundo, el excesivo comandante ha resultado ser un visionario capaz de infundir esperanza a los parias de su tierra. Y, como alguno ya ha advertido, se equivocan los que piensan que su prematura muerte deja tocado su proyecto y que, a través de la oposición, terminará retornando el orden imperial de las multinacionales. Ciertos líderes, como el Cid o como Gandhi, ganan sus más grandes batallas después de muertos, cuando se convierten en mitos, en referencias icónicas de lo que significa luchar por unas ideas en vez de por acumular dinero. Hugo Chávez seguirá siendo recordado cuando de los libros de historia se hayan borrado, por irrelevantes, Rajoyes y Mérkeles, o Aznares y Berlusconis.
Publicado originalmente en el blog “Este país de todos los demonios” el 07/03/2013
El bolivarianismo y la aparición de la Patria Grande,
por Santiago Fernández Fernández-Caballero, Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración y Máster en Ciencia Política.
Recordaba Eduardo Galeano, durante una conferencia de prensa celebrada en Italia en 2004, la frase de un anónimo encuestado venezolano: “Yo no quiero que Chávez se vaya porque no quiero volver a ser invisible”1. La dialéctica en torno a la visibilidad/invisibilidad dentro del espacio sociopolítico se traduce en la lucha por el acceso a la ciudadanía, siendo equiparable a la dialéctica inclusión/exclusión inherente a la idea de contrato social de la modernidad y mostrándose, sin lugar a dudas, como un elemento determinante a la hora de realizar un análisis politológico del proceso político bolivariano en estos últimos quince años –entendiendo por politología el estudio de lo político y lo político, como aquella parte de lo social encargada de la definición y articulación de las metas colectivas de obligado cumplimiento–.
Por encima de otras consideraciones igualmente relevantes como los logros socioeconómicos que han permitido a dicho proceso acumular legitimidad, las dimensiones mediáticas de la figura de Hugo Chávez como líder carismático, el creciente papel geopolítico que ha permitido a Venezuela encabezar procesos de integración regional a través de organizaciones como la CEPAL , la ALBA o la UNASUR (a partir de una posición energética privilegiada que otorga un relevante espacio al socialismo bolivariano para la difusión de un discurso libertador y antiimperialista), las relaciones diplomáticas que parecen desafiar los ejes de cooperación convencionales del llamado “mundo libre” o el reconocimiento gradual que ha ido obteniendo tanto el movimiento como su líder por parte de los sectores progresistas de Occidente e instituciones netamente liberales (pocos imaginaban en 2000 que casi toda Europa terminaría avalando los procesos electorales venezolanos diez años después2), el acceso de millones de venezolanos a la ciudadanía de facto durante estos años representa uno de los fenómenos más importantes de la historia política reciente, especialmente si se ubica dentro de un contexto cosmovisual como el posmoderno, donde peligran las ideas de la voluntad general y del bien común sobre las que se asienta un régimen general de valores que hasta hoy ha sido el garante último de los horizontes de expectativas del ciudadano moderno3.
Ciertamente, y a pesar de las contradicciones inherentes a todo proceso político, uno de los resultados más exitosos de las políticas públicas articuladas desde la revolución bolivariana ha sido la mejora de la calidad de vida de millones de personas no sólo a nivel socioeconómico, sino también en lo que respecta a la toma de conciencia política y social como ciudadano –recordemos los derechos históricos de la ciudadanía contemporánea planteados por Thomas H. Marshall: civiles, políticos y sociales4–. Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL)5, el porcentaje de población venezolana en situación de pobreza ha pasado del 49,4% (1999) al 27,1% (2009), un descenso sin precedentes en el país. De acuerdo con la UNESCO Institute for Statistics6, las tasas de alfabetización y especialmente de escolarización también han aumentado considerablemente: de un 45% (1999) a un 73% (2010) en educación elemental y de un 57% (1999) a un 83% (2010) en secundaria. Como consecuencia de estas y otras tendencias al alza –como la tasa de ingresos universitarios o la reducción de la desigualdad–, el índice de desarrollo humano (IDH) ha crecido, según el informe del UN Development Programme7, del 0.662 (2000) al 0.748 (2012), sólo superado en Sudamérica por Argentina, Chile y Uruguay. Por su parte, los datos electorales reflejan que el acceso real a la ciudadanía también genera una mayor implicación con respecto a los asuntos públicos. Como muestran los datos del Consejo Nacional Electoral, la tasa de participación en elecciones presidenciales ha pasado del 66,5% (1998)8 al 80,5% (2012)9, una cifra que hace tiempo que no se da en ningún país socioeconómicamente desarrollado (salvo en los que es obligatorio votar, como Bélgica o Luxemburgo). Naturalmente, un Estado con semejantes reservas energéticas tiene mayores posibilidades de conseguir tales resultados socioeconómicos, pero por la misma razón esta tendencia podía haber comenzado con anterioridad, especialmente si se tiene en cuenta que durante gran parte del siglo XX Venezuela fue el primer exportador mundial de petróleo. Pero no fue así, quedando claro que la diferencia radica en la irrupción de una nueva voluntad política de grandes sectores del pueblo venezolano que, hasta hace poco más de una década, no habían contado con los medios ni estructuras necesarios para ser reconocidos como ciudadanos de facto y así poder participar como tales de los asuntos públicos.
Por esta razón, no parece del todo honesto plantear la irrupción del socialismo bolivariano en el espectro político venezolano como el principal motor de la polarización existente, habida cuenta de que durante muchas décadas hubo (y sigue habiendo) millones de personas sin acceso a los plenos derechos y deberes propios de todo ciudadano. El resultado más lógico, apropósito del eterno debate entre democracia representativa y participativa, es que quienes ahora comienzan a participar desean ser representados por quienes les han empoderado y ayudado a hacerlo, una suerte de correlación entre actores, programas, estructuras y clases sociales cuya expresión más simbólica posiblemente se ubique en aquella frase electoral de Hugo Chávez: “Los que quieran patria, vengan conmigo”. Son muchos los datos que parecen indicar que la patria grande ha agrandado la sociedad civil venezolana cuantitativa y cualitativamente. El presente indica que debe seguirse incidiendo en dicho crecimiento, y el mejor medio es continuar luchando contra sus miserias y contradicciones pasadas y presentes.
2 Declaración de la Alta Representante , en nombre de la Unión Europea , sobre las elecciones en la República Bolivariana de Venezuela (28 de septiembre de 2010) http://www.consilium.europa.eu/uedocs/cms_data/docs/pressdata/es/cfsp/116789.pdf
3 Santos, Boaventura de Sousa; Reinventar la democracia, reinventar el Estado; Sequitur, Madrid, 2008 (págs. 9-11)
4 Marshall, Thomas Humphrey; “Ciudadanía y clase social” (conferencia en Cambridge, 1949) , en Revista Española de Investigaciones Sociológicas nº 79, 1997 (págs. 297-344)
5 “Población en situación de pobreza e indigencia por área geográfica” (CEPAL) http://websie.eclac.cl/sisgen/ConsultaIntegrada.asp?IdAplicacion=1&idTema=362&idIndicador=182&idioma=e
6http://stats.uis.unesco.org/unesco/TableViewer/document.aspx?ReportId=289&IF_Language=eng&BR_Country=8620&BR_Region=40520
7 Indicadores internacionales sobre desarrollo humano (UN Development Programme) http://hdrstats.undp.org/es/indicadores/103106.html